(En los renglones del alma, 1997)
- Que necesito mirarte no te alejes demasiao.
No te alejes de demasiao, que necesito mirarte, no te
alejes demasiao,
que tu sabes que me
gusta andar junto al simpecao.
Andar junto al simpecao y si te pierdo de vista
no te dejo de buscar,
porque me falta la fuerza que tu presencia me da.
Avanzamos lentamente,
entre el polvo
y el gentío, entre el polvo y el gentío,
sin yo salir de tus ojos y tu salir de
los míos.
- Aunque vayamos haciendo un camino
diferente.
Un camino diferente, aunque vayamos haciendo un camino diferente,
no
hay un momento del día que no te tenga presente.
Que no te tenga presente, a
caballo vas despacio adelantando camino
y yo dejando mis huellas junto al
simpecao divino.
Avanzamos lentamente,
el romero ha floreció, el romero ha florecío,
sin yo salir de tus sueños y
tu salir de los míos.
- La tarde se va acercando después de
un día de ensueño.
Después de un día de ensueño, la tarde se va acercando después
de un día de ensueño, comprobando a cada paso que mi amor ya tiene dueño.
Que mi
amor ya tiene dueño, aromas de mar y pino preludian la anochecida,
te acercaste
y me encontré entre tus brazos cautiva.
Y en la para nos besamos,
bajo un
cielo enrojecío, bajo un cielo enrojecío,
sin yo salir de tus labios y tu salir
de los míos.
- Tranquila llegó la noche a
iluminarnos de estrellas.
A iluminarnos de estrellas, tranquila llegó la noche
a iluminarnos de estrellas,
manchas de luna adornas los pinares y la senda.
Los
pinares y la senda, acurrucando las horas no dejamos de cantar
y entre cantes y
plegarias se durmió la madrugada.
Amanece lentamente,
el cielo ya se ha
encendido, el cielo ya se ha encendido,
sin yo salir de tus brazos y tu salir
de los míos.