(Cómo cambia
Sevilla, 1990)
- No le gustaba el rocío pero no
había hecho el camino,
decía que el no pasaba, una noche entre los pinos,
al
calor de una candela, arropándose del frío.
- El nunca tuvo ilusiones de
sentirse peregrino,
decía que se cansaba que no le gustaba el vino,
y que
tampoco entendía lo de meterse en el río.
- Me hablaba de la marisma sin saber
ni como era,
decía que él no podía por mucho que lo intentara,
ponerse blanco de
polvo ni colgarse una medalla.
- El siempre dio sus razones pa no pisar las arenas,
decía que el no creía
en la gente rociera,
ni sentía escalofrío acordándose de Ella.
- ESTRIBILLO –
Y yo lo lleve conmigo,
por ese duro camino, que él antes me comentó,
y ahora se siente mi amigo, más
rociero que yo.