(Con Sevilla
en mis labios, 1997)
-
Contemplar sus hermosos atardeceres desde la Macarena.
Las murallas y un arco
que te dice que allí vive la reina.
Pero no puede ser, eso ya no puede ser,
que
hay un puente en mi barqueta,
y el cielo al atardecer no parece lo que era.
-
Pasear como niño enamorado por sus calles estrechas.
Sus corrales, macetas de
albahaca, jazmín y yerbabuena.
Pero no
puede ser, eso ya no puede ser,
porque apenas quedan barrios,
solo grandes edificios
sin macetas ni geranios.
-
Escuchar en las noches de verano un cante en las tabernas.
Donde el duende
asomaba a las gargantas quitándote las penas.
Pero no puede ser, eso ya no
puede ser,
porque el duende se está yendo a buscar en otra parte,
lo que aquí se
va perdiendo.
-
Descubrir ese buda sevillano sentaito
en su silla.
Escucharlo a gusto en una
tasca cantarle a su Sevilla.
Pero no puede ser, eso ya no puede ser,
el Pali
que la pregonaba se marchó a buscar la gloria la Sevilla que el soñaba.
-
ESTRIBILLO –
Que no me la cambien,
que me gusta como era,
que no cambien mi
ciudad,
que mi Sevilla es eterna y eterna siempre será.