(Sevilla, Triana
y la feria, 1974)
-
Caminante del Rocío, tú que conoces el camino.
Tú que conoces el camino, caminante
del rocío, tú que conoces el camino,
tú que atraviesas los campos, tú que
atraviesas el río.
Tú que atraviesas el río, tú que cruzas los senderos,
superando
los estíos, háblame de tus desvelos, y de tus noches de frío.
Y
de tus noches de frío,
tú que avanzas a caballo, lentamente y pensativo,
cuéntame
las sensaciones, que te hacen ir al rocío.
-
Háblame de las arenas, de la jara y el tomillo.
De la jara y el tomillo, háblame
de las arenas, de la jara y el tomillo,
dime como es la marisma, cuando llueve
entre los pinos.
Cuando llueve entre los pinos, de qué color son las flores,
que
conducen tu destino, y el sabor de las pisadas, que dejan los peregrinos.
Que
dejan los peregrinos,
y si la raya es tan larga, se te hace corto el camino,
cuando
vas con las carretas y el simpecado divino.
-
Por qué unas veces alegre, y otras veces afligido.
Y otras veces afligido, por
qué unas veces alegre y otras veces afligido,
por qué unas veces te quiere, y
otras recurres al vino.
Y otras recurres al vino, por qué clavas las espuelas,
en los ijares heridos,
por que llevas la medalla, en tu pecho dolorido.
En
tu pecho dolorido,
por qué contemplas la estampa, de los bueyes por el río,
por
qué un viva en tu garganta a la Virgen del Rocío.
-
Vagando por los senderos, se va alejando el murmullo.
Se va alejando el
murmullo, vagando por los senderos, se va alejando el murmullo,
y el afán de
rociero, te va quemando el orgullo.
Te va quemando el orgullo, las lágrimas se
te saltan,
entre un cante y un suspiro, cuando piensas en las tablas de un Ajolí
enmudecido.
De
un Ajolí enmudecido,
por qué cambia tu semblante, explícame por qué lloras,
cuando
tú tienes delante a la bendita señora.